Claves para entender el canje de deuda por naturaleza
Esta fórmula propone condonar parte del agujero fiscal de un país a cambio de que este destine el dinero a proyectos climáticos o ambientales. ¿Qué ofrece este sistema a los Estados en desarrollo y por qué su auge es controvertido?
De media, la deuda externa se está comiendo más del 40% del presupuesto de países del Sur Global, justo cuando el mundo debe movilizar trillones de euros cada año para enfrentar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación de tierras. A día de hoy, 28 de los 50 países más vulnerables al cambio climático tienen un elevado riesgo de caer en la bancarrota.
“Sin reglas claras, puede ser peor el remedio que la enfermedad”
Los canjes de deuda por naturaleza, los bonos verdes, y la venta de créditos de carbono son mecanismos con tanto potencial como riesgos para lograr beneficios económicos y ambientales.
Coincidiendo con la COP29, EL PAÍS ha conversado con Daniel Ortega, experto latinoamericano de referencia sobre la materia y coautor de diversos informes que analizan el canje en Galápagos. Ortega, que fue ministro de Medio Ambiente de Ecuador durante la histórica cumbre de clima de París y la creación del primer santuario marino de tiburones martillo en Galápagos, ha sido académico en centros como la Universidad Estatal de Michigan y está conectado con iniciativas de justicia fiscal y ambiental.
Según Ortega, “cuando llegas a un país en desarrollo y propones un canje, suena muy bien porque a menudo carece de las capacidades para entender cómo el trato afectará a su estabilidad fiscal, a su poder de toma de decisiones, y a su capacidad de manejar conflictos socioambientales en el territorio a largo plazo". "Los países deben hacer un análisis de costo-beneficio más allá de lo económico; de otro modo, bancos y ONG pueden acabar teniendo un poder económico-político desmesurado sobre la gestión de los países”, afirma.
A su juicio, los canjes deben ser parte de una estrategia de país sobre sostenibilidad fiscal; distribuir los riesgos y beneficios de manera equitativa entre las partes; y contar con un decálogo de buenas prácticas porque, según dice, el problema está en la letra pequeña de unos acuerdos que, de entrada, siempre pintan bien.
“Hacen falta reglas claras,” reitera Ortega. “Si los canjes se promueven en foros internacionales como la COP29 sin unos estándares claros, puede terminar siendo peor el remedio que la enfermedad”. Y para los países que no lo vean claro, existen alternativas a los canjes. Por ejemplo, utilizar sus reservas de oro para recomprar su propia deuda, ahorrándose intermediarios, concluye.
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