Días de guerra y esvásticas en el zoo de Berlín
El gran jardín zoológico de la capital alemana, que cumple 180 años, guarda episodios atroces de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo
Hacía frío y una atmósfera melancólica cubría la otra tarde el zoo de Berlín. Paseaba bajo los grandes árboles por los caminos cubiertos de hojas con la mirada amarilla del cárabo lapón (strix nebulosa) todavía clavada en la retina. Tras acceder por la Löwentor, la Puerta del león, con sus plintos con felinos de piedra, y ver la Pagoda de los rinos, las cebras y a las jirafas en su palacio oriental (desgraciadamente ya no existe el viejo bar El flamenco sediento), había entrado en un aviario en el que el cárabo y otras grandes rapaces nocturnas, incluso un enorme búho nival, permanecían sueltas, perchadas al alcance de la mano. Luego me dejé prender en el ojo ámbar de un tigre que se me quedó observando desde su recinto, un verdadero bosque en el que su pelaje anaranjado se fundía en un estallido de colores crepusculares. Hacía mucho tiempo que quería visitar el zoo berlinés, un escenario en el que se mezclan indisolublemente dos cosas a priori tan distintas pero que me interesan tanto como los animales y la Segunda Guerra Mundial.
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