El tiempo no solo es oro: por qué intento ser puntual
Asociamos el tiempo a la privacidad y a veces olvidamos que el tiempo, como nuestras vidas, es una experiencia que depende de nuestras relaciones con los demás
El tiempo es uno de esos misterios con los que nadie se acaba de llevar bien. Que si pasa demasiado rápido, que si parece mentira, que si hoy estás aquí y mañana allá. En ocasiones sucede lo contrario y el paso del tiempo se hace denso y pastoso, como si las agujas del reloj hubieran desfallecido. Cuando el tiempo no corre, hacemos lo contrario de lo que recomienda Kant en sus Lecciones de ética: miramos una y otra vez el reloj. Queremos acelerar su ritmo a golpe de mirada. ¡Que espabile! Pero cuanto más ojeamos el reloj, más larga se nos hace la espera. Cuando el tiempo se enquista hay que evitar mirarlo de frente, prescribe el filósofo de la puntualidad. Lo suyo es no prestarle atención, procurarse una distracción y olvidarse del tictac.
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