La excentricidad del agua con gas
Que esta bebida siga teniendo un matiz transgresor me sorprende tanto como me divierte, ya que no es menos natural (aunque sí una rareza) que el agua sin gas
Comencé a beber agua con gas hace apenas dos años. Me enganché como imagino que se engancha uno a casi todo en la vida: un consumo ocasional que se vuelve rutinario y que cuando te das cuenta, se ha convertido en rasgo. Casi desde la primera vez que la pedí en un bar, fui consciente de que beber agua con gas no es una elección que pase desapercibida. Para mi sorpresa, genera cierto estupor en muchos (¿agua con gas?, ¿en serio?), por no hablar de las muecas de los que se revuelven solo con la idea de dar un trago, o los aspavientos ahogados de quien, por confusión, se lleva a los labios un vaso de agua con gas pensando que se trata de la versión natural. La escena está asegurada.
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