La fiebre del oro envenena el Dorado africano
En el corazón de la selva de Ghana, las minas ilegales contaminan los ríos y enferman a una población empobrecida, que apenas participa de un botín que a menudo acaba fuera del país. A mes y medio de las elecciones, crece la indignación entre la población y las protestas en contra del extractivismo salvaje
El barro amarillento y envenenado lo cubre casi todo. Cubre las motos forradas con bolsas de plástico en las que viajan jóvenes amontonados con detectores de metales al hombro y botas katiuskas, obsequio de alguna empresa china. Cubre también las mangueras corrugadas que atraviesan las minas de oro a cielo abierto y encharcan esta selva sofocante de caucho y cacao, que se extiende de norte a sur de Ghana, junto a la frontera con Costa de Marfil.
“Lavo a mis hijos una vez a la semana”
Sarah Awina tiene 31 años y es madre de cinco hijos y vive en una aldea en el distrito ghanés de Aowin. Tres de ellos tienen una enfermedad de la piel, pian, asociada con la falta de higiene debido a la escasez de agua. Alrededor del 80% de las personas afectadas por pian son menores de 15 años. Awina asegura que ha perdido al cuenta del número de niños que han contraído la enfermedad en su pueblo.
“Deberíamos estar plantando árboles en lugar de talarlos para sacar oro”
Lydia Mosi es profesora de biología molecular de la Universidad de Ghana. Es además una de las más destacadas investigadoras sobre las vías de transmisión de la úlcera de buruli en el mundo, de la cual aún se desconoce exactamente cómo sucede. Mosi sostiene que la situación es muy grave y cree que distintos actores políticos y empresariales están implicados y que por eso se ha llegado a la situación actual.
“La degradación ambiental incrementa las enfermedades”
La doctora Nana Konama Kotei es la directora del programa del ministerio de salud ghanés contra la úlcera de buruli y el pian. Son dos de las 21 enfermedades tropicales que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como desatendidas y que padecen más de mil millones de personas en el mundo. Kotei explica que la prevalencia de las enfermedades que estudía se ha disparado en los subdistritos mineros.
“¿Qué hace el Gobierno para apoyar a la gente que trabaja de manera ilegal?”
Nana Payin II es el Tufuhene, un líder tradicional de Enchi, segundo en rango. Ellos son los custodios de la tierra. Una explotación no se abre sin su permiso, al margen de que las concesiones se expidan en Accra, la capital. Él explica que la población necesita dinero para comer y que la mina se los da a falta de otras alternativas.
“En mi pueblo bebíamos agua del río. Ya no”
Alfred Mbinglo es director de Recfam, una organización ghanesa que trabaja en el distrito de Aowin con personas con enfermedades desatendidas de la piel, de la mano de la ONG española Anesvad. La zona en la que trabajan ha sido declarada endémica de pian y Mbinglo tiene claro que el mayor problema es la falta de agua limpia, que muchas veces ni siquiera puede llegar en camión por el mal estado de las carreteras, sobre todo en época de lluvias.
“La única opción es la mina o la agricultura”
Este joven trabajador de una mina vive en Achimfo Adjeikrom, una aldea remota en el distrito de Aowin, rodeada de excavaciones ilegales a cielo abierto. Prefiere no dar su nombre. Explica que su hijo, que va a la escuela local, padece pian, una enfermedad tropical desatendida de la piel. Los trabajadores como él, cobran entre 150 y 500 cedis, (entre 8,6 y 29 euros al día).
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