La salud mental, la asignatura pendiente de los refugiados
Las condiciones sociales y laborales de muchas personas que abandonan sus países provocan que no pueden atender sus necesidades psicológicas
En 1982, María, de 56 años, pasó un mes oculta en la montaña alimentándose de frutos y hierbas. Se escondía de los militares que sitiaban lo que había sido su hogar, la colonia de Chichupac, en Guatemala, arrasada después de que el Gobierno matara a más de 30 indígenas acusados de pertenecer a grupos insurgentes que conspiraban contra la dictadura militar de Efraín Ríos. María, que ha pedido que su apellido no se publique, tenía 14 años y volvió a la colonia, una comunidad indígena de la etnia maya achí, para recuperar documentos y fotografías de su padre, llamado Patrocinio y que fue uno de los asesinados. Se escondió de los soldados en una zanja improvisada en la que su corazón latía tan fuerte que pensó que la delataría. Han pasado más de 40 años desde aquello y aún arrastra recuerdos y traumas que no ha podido atender porque no ha ido a terapia. Tiene dos trabajos y ni puede pagarla, ni tiene tiempo.
La autonomía como factor clave de la salud mental
Oleksiy Artiomov, de 43 años, también ha tenido que recurrir al sector doméstico para trabajar. Llegó desde Ucrania en abril de 2022 después de que evacuaran el centro neuropsiquiátrico en el que vivía en la ciudad de Pokrovsk, en la zona ocupada del Donbass. Ingresó en el centro ocho meses antes de la ofensiva rusa porque desarrolló una esquizofrenia y su madre no se quiso ocupar de él. Lleva desde agosto trabajando en la limpieza, pese a que él era tornero en su país y vive en una residencia de ancianos en Colmenar Viejo, tutelado por la Agencia Madrileña para el Apoyo a las Personas Adultas con Discapacidad (AMAPAD). En su caso, la falta de un empleo afectaba a su bienestar psicológico. Dice, en ruso, que estar en la residencia todo el día viendo la televisión “es como un pantano". "Bajar, bajar y bajar. Te empantana, te hunde en el mismo sitio”, mantiene.
La ONG Fundación Manantial, que trabaja en la atención integral de la salud mental, se encargó de la integración de Oleksiy y de otros 109 evacuados de instituciones psicológicas de ciudades ocupadas en Ucrania a través del Proyecto Pryvit (“hola” en ucranio). Héctor Luna, trabajador social y encargado del proyecto, cuenta que Oleksiy también sufre por la falta de independencia. Le administran el dinero, tiene que estar en su habitación a las 12 de la noche y no puede buscarse una habitación para vivir solo. La emergencia con la que se tuvo que situar a estos 110 ucranios no dejó tiempo para valorar casos, como el de Oleksiy, que no necesitan tanta ayuda, aunque ya han comenzado los trámites para rebajar la atención que recibe.
¿Cuál es tu reacción?