Que los jefes noten mi activismo en las causas justas
Sigo recordando con añoranza a la dama que mejor ha dado las noticias, una actriz eminente y convincente, en su voz y la modulación que le imprimía, su mirada, su aplomo: Rosa María Mateo
Se llama política. En ella existe mayoritariamente gente que interpreta un papel rodeada permanentemente de cámaras y de micrófonos. Deben vender una imagen y lograr la aprobación de su público ideológico. Responden a un guion que les han escrito otros e incluso a veces improvisan. En el cine y en el teatro los intérpretes pueden y deben acceder a muchos papeles, pero en política, cochambroso templo de la simulación, las frases hechas, la vehemencia intentando adornar el vacío, las medias verdades o las mentiras, los actores tienen que limitarse a ser el mismo personaje. Y, por supuesto, algunos saben adornarlo o intentan inyectarle falsa autenticidad, pero la mayoría resultan patéticos cada vez que abren la boca. También hay bastante gente en los parlamentos que no habla casi nunca. Su trabajo se limita a aplaudir todo el rato lo que dicen sus jefes y abuchear los discursos de los rivales. Si se lo montan bien, ese trabajo tan poco laborioso puede durarles infinitos años.
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