Un centenar de sin techo viven en el aeropuerto de El Prat y carecen de asistencia social desde enero

La Generalitat, Aena y los Ayuntamientos de El Prat y Barcelona negocian un convenio para la gestión de las personas sin hogar

Oct 5, 2024 - 11:00
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Un centenar de sin techo viven en el aeropuerto de El Prat y carecen de asistencia social desde enero
En la imagen, Pedro, una de las personas que residen en la Terminal 1 del aeropuerto de Josep Tarradellas-El Prat.

Un centenar de personas sin techo viven en el aeropuerto de Josep Tarradellas-El Prat y carecen desde enero de asistencia social. Las cuatro administraciones implicadas en la gestión, Aena, los ayuntamientos de El Prat y Barcelona, y la Generalitat, batallan en la firma de un convenio que satisfaga a todas las partes sobre las responsabilidades de cada uno en la atención a esas personas, que se reparten entre las terminales, las zonas intermodales y en pequeños asentamientos en los terrenos aledaños. El Ayuntamiento de Barcelona retiró en enero a las dos trabajadoras sociales que intervenían en el aeropuerto, a la espera de un nuevo acuerdo. Las administraciones confían en que próximamente se firme un pacto para afrontar una situación, que se ha agravado en los últimos años con el incremento de personas que habitan en la infraestructura.

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"Doy gracias a Dios por la T1"

Pedro, de 56 años, es una de esas personas de difícil abordaje que reside en el aeropuerto de El Prat desde hace dos años. “No, no, no”, repite, cuando se le pregunta sobre la opción de marchar de allí o de ser atendido por asistentes sociales. “Aquí soy libre”, defiende. Y recita todas las virtudes que considera que tiene vivir en la T1: “Los lavabos están limpios, hay médico, los vigilantes son cojonudos”. Tampoco pasa frío en invierno, porque hay calefacción, ni calor en verano, gracias al aire acondicionado. Además, es un hervidero de personas que van y vienen, lo que hace que tampoco se sienta solo. “Doy gracias a Dios por la T1″, resume, sobre unas instalaciones que son su casa. A su lado, le escucha sin entenderle una mujer de 31 años, a la que acaba de conocer. “No vivo aquí”, aclara ella, a pesar de que no acarrea pertenencia alguna y va abrigada con una bata. Cuenta que perdió un vuelo hace tres días a su país, y que solo espera a que su hermana le facilite un billete nuevo. 
Otras personas, además de vivir, trabajan en el aeropuerto. Como una mujer que se dedica a embalar maletas de manera irregular y luego duerme en un aparcamiento semivacío. Otros ofrecen limpiar los taxis. También los hay, añaden fuentes policiales, que si se da la ocasión hurtan alguna cosa a turistas despistados o de los bares y restaurantes. 

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