Una ciudad en duelo tras el asesinato de Nasralá: “No hay nadie como él, ¿quién lo va a suceder?”
Beirut se llena de silencio tras la confirmación del asesinato del líder de Hezbolá. La población chií dispara ráfagas al aire en señal de luto o rompe espontáneamente a llorar
Decenas de chiíes desplazados por los bombardeos israelíes esperan este sábado en las escaleras de la mezquita Mohammad Al-Amin de Beirut, la mayor del país. Han pasado la noche en calles o playas para acabar en la enorme plaza de los Mártires, siguiendo ese instinto tan humano de dirigirse, en los momentos de incertidumbre, donde se espera encontrar a más gente. La mayoría había escapado la víspera de Dahiye, el suburbio chií al sur de la capital, a raíz de algo que aún no sabían: la bomba israelí de una tonelada que oyeron había acabado con la vida de Hasan Nasralá, mucho más para ellos que el líder de Hezbolá. El ejército israelí lo había anunciado, pero aún no “el partido” y ellos, por definición, creen poco al primero y mucho al segundo. De repente, todo sucede: Hezbolá confirma la muerte de Nasralá; su cadena de televisión, Al Manar, interrumpe la información en directo y comienza a emitir rezos, y un motociclista cruza la calle gritando con una mezcla de rabia y orgullo: “¡Sayyed Hassan [su título honorífico] es un mártir!, ¡Sayyed Hassan es un mártir!”. Ráfagas de disparos al aire en señal de luto rompen el silencio mientras hombres, mujeres, niños y ancianos comienzan a llorar, se echan las manos a la cabeza o miran compulsivamente el teléfono. Es como si todos hubiesen quedado huérfanos al mismo tiempo.
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