Cómo las ‘apps’ y las redes sociales nos han condenado a mantener conversaciones interminables
Hoy apenas se dicen últimas palabras porque la tecnología impone una presencia permanente e ininterrumpida, sin fronteras, horarios ni límites. En la era del ‘scroll’ infinito, desde un flirteo hasta algo más serio, de un chat de grupo a una lista de correo del trabajo, nadie quiere ser el primero que no contesta
Un hombre se encuentra a un viejo amante en una fiesta. Meses atrás había dejado de seguirlo en Instagram. ¿Por qué? No lo sabe muy bien, no se acuerda y, en su momento, tampoco le dio demasiada importancia. Simplemente, no le apetecía seguir viendo fotos de esa persona con la que mantuvo una relación fugaz: fotos de sus vacaciones, de sus mascotas, de su familia, de sus sucesivas parejas… ¿Cuánto podría prolongarse eso? Seguramente, hasta que esa red social desapareciera o fuera sustituida por otra. No obstante, en la fiesta le apetece saludarle y charlar un rato porque nada malo pasó entre ellos. No encuentra buena disposición desde la otra parte, solo reproches. “¿Por qué me dejaste de seguir?”. Pero, ¿por qué no?
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