El otoño del independentismo
Mientras tanto la mítica del ‘procés’ se desdibuja en la escenificación del pragmatismo de Illa, al que el estado de ánimo colectivo da perspectivas de futuro
Mientras en Madrid el ruido ocupa la escena política a golpe de denuncias y esperpénticas ocurrencias, en Cataluña es tiempo de pausa. La política ha bajado de tono, coincidiendo, y seguro que no es casualidad, con el protagonismo de Salvador Illa, un hombre poco amigo de los espavientos, que se ha encontrado en el momento preciso en el sitio adecuado: una Cataluña en modo resaca, en fase de reparación. Es el largo otoño del procés. El resultado es una agenda de prioridades y servicios prácticos que la gran promesa había aplazado, que convoca a construir mayorías —aunque sean variables— para conquistas concretas, más acá del éxtasis patriótico. Y se nota en el día a día mediático, dónde aparecen carpetas rotuladas con eufemismos prometedores, como el llamado finançament singular, la estrella de la nueva etapa. Y de momento la nave va sin que se aprecien señales que anticipen un cierto retorno a la lógica de confrontación que añora el nacionalismo
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