El semillero del balonmano español en la cumbre de Sierra Nevada
El seleccionador Jordi Ribera se encierra en el CAR de Granada con unos 70 jóvenes y un equipo de 25 personas en un metódico programa de tecnificación que transcurre sin tregua de la pista a las clases de ‘mindfulness’
No son las siete de la mañana y el seleccionador de balonmano, Jordi Ribera, ya se ha tomado el café y lee en la más completa soledad del comedor del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sierra Nevada la novela Las ventanas del cielo, de Gonzalo Giner. Nadie madruga más. Media hora después, se coloca en la puerta, pasa solo revista a niños de entre 13 y 15 años que llegan a desayunar, y no se sirve la tostada (y otro café) hasta que todos están sentados. Hace un mes y medio lograba su segundo bronce olímpico, la séptima medalla en los últimos nueve últimos campeonatos, y ahora, a 2.320 metros de altitud, en la noche aún cerrada de las montañas de Granada, recibe cada día y durante una semana a 62 chavales de toda España (suelen ser 70), a los que entrena, tutela y muestra el camino del balonmano.
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