Gisèle Pelicot y el cuento de nunca acabar
No hay nada que proteja a las mujeres en una cultura que ha normalizado el abuso sexual a base de medias sonrisas, bromas obscenas y silencios cómplices
La historia es conocida: una mujer cae profundamente dormida por una maldición que actúa como un poderoso somnífero. Tumbada en la cama, vestida y peinada con esmero, nada ni nadie perturban su sueño. Con los párpados cerrados y el rostro en calma, posee la inocencia de la infancia, también su vulnerabilidad. ¿Acaso la inocencia no es siempre vulnerable? Y es cierto, esa mujer dormida es extremadamente vulnerable: el sueño inducido la paraliza como una camisa de fuerza a la que se añadieran correas invisibles que le impiden mover las piernas y escapar; el sueño inducido es una mordaza que le impide gritar; el sueño inducido la deja inerte a merced del mal que acecha en los lugares más insospechados.
¿Cuál es tu reacción?