Intercambio de vidas: tú al piso proletario, yo a la casa con embarcadero
Es fácil acomodarse a una luminosa casa de tres plantas. Comer en su vajilla, dormir entre sus sábanas, ducharse en su baño. Pero como Cenicienta, a los 15 días se acaba el hechizo de HomeExchange
No hacía falta entrar para entender que ese intercambio no había sido justo. Ya en el zaguán, descansaban un acogedor banco, rodeado de una pequeña higuera. Al abrir la puerta, se disipó cualquier duda. La casa se dividía en tres pisos, salpicados de flores y luz. En la planta baja, una habitación, un baño y un garaje repleto de bicicletas (más de seis), tablas de paddle surf y multitud de utensilios de bricolaje. En la primera, un salón comedor (sin televisión, sobra decirlo), con una isla y una cocina, con cafetera profesional de bar. Y en el último piso, tres habitaciones más y el baño.
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