Invertir en arte, tan complicado como tener un cuadro en el desván sin saber que es un Da Vinci
María Sancho-Arroyo, con una larga trayectoria en el sector, publica un libro en el que sostiene que comprar una obra esperando que se revalorice es arriesgado
Comprar una obra de arte y hacerse rico gracias a ella es casi como descubrir que ese cuadro que durante años ha decorado el salón de los abuelos es en realidad un durmiente, como el Salvator Mundi, atribuido a Leonardo Da Vinci, que se subastó por 450 millones de dólares, tras haber sido adquirido por 1.175 dólares cuando no se conocía su procedencia. Puede pasar, pero no es lo habitual. Así lo defiende María Sancho-Arroyo, experta en el mercado del arte, con más de 30 años de experiencia en lugares tan reconocidos como el museo del Louvre de París o la casa de subastas Sotheby’s, donde trabajó dos décadas.
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