Joven madurito busca amistad
Una solicitud en Facebook puede ser el kilómetro cero para la denominada “estafa del amor”
Albert apareció en mi vida una mañana de abril. Era lo que suele llamarse un “maduro interesante”: un tipo fornido y esbelto cuyo torso había sido trabajado, a todas luces, en el gimnasio, a decir de los músculos que se marcaban bajo una estilosa camiseta gris. La naturaleza había dotado a Albert de un pelazo canoso que realzaba con un corte impecable. Y esa boca, dientes inmaculados en perfecta formación, como los soldados de un cuerpo de élite, con la que esbozaba una sonrisa amplia y contagiosa desde el asiento del conductor de su coche. Este prometedor retrato del bello Albert aterrizó aquel día de abril en mi cuenta de Facebook junto a una solicitud de amistad y un escueto mensaje directo: “¿Cómo estás?”, me susurró digitalmente, como si nos hubiéramos encontrado por azar en la barra de cualquier bar de copas.
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