La admiración
Las distancias políticas son inevitables en un mundo cultural que asumió la difícil tarea política de unir las palabras libertad e igualdad
Admirar a alguien con el que no se está de acuerdo es una suerte en la vida. Yo he tenido la suerte de admirar mucho a Mario Vargas Llosa desde que leí La ciudad y los perros, y he tenido la suerte también de mantener mi admiración pese a que sus ideas políticas estén distantes de las mías. Las distancias políticas son inevitables en un mundo cultural que asumió la difícil tarea política de unir las palabras libertad e igualdad. A veces asistimos con indignación a la borradura de la palabra libertad en sociedades que convierten las bellas banderas en excusas para la opresión. Y a veces comprobamos con tristeza que los partidarios de la libertad se alejan cada vez más de la palabra igualdad, desentendidos de la justicia social. En estas dinámicas no resulta extraño que surjan las crispaciones y los fanatismos. Por eso es una suerte admirar mucho a quien no piensa como uno. Se aprende a mantener la propia conciencia sin considerar al otro como un enemigo.
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