La capacidad de la cocina de llegar adonde las palabras no alcanzan
El tazón de caldo que se prepara para una vecina o un amigo que acaba de perder a un ser querido no va destinado a satisfacer su necesidad de agua con nutrientes, sino a hacerle saber que no está solo
La vida, para mí, no está tanto en las noches de agosto al aire libre como en las tardes de noviembre en casa, cuando el alma se cobija del frío y se repliega en su alcoba, dentro del cuerpo, como un gato se enrolla sobre sí mismo y se deja caer en una mantita puesta sobre un cojín. Entonces se asienta, y la noto. Tiene la misma luz cálida, mantecosa y crepuscular de las llamas que refulgen en la chimenea encendida. Pesa exactamente igual que un cuenco de crema de calabaza caliente sostenido entre las manos.
¿Cuál es tu reacción?