La política alemana se hace europea
Cuando observamos que puede comenzar a resquebrajarse el último mohicano del consenso de posguerra hay buenas razones para hacer sonar las alarmas
El título de esta columna puede llevar a engaño, así que dejo ya clara la tesis desde el comienzo. La ruptura de la coalición de gobierno en Alemania puede ser una señal que anticipa el fin del excepcionalismo alemán, su increíble facilidad para forjar coaliciones transpartidistas y, en general, las políticas de consenso que consiguió sostener a lo largo de las últimas décadas. Hay pocos países en Europa que hayan logrado algo similar. Por no hablar de su firmeza a la hora de mantener el cordón sanitario a la ultraderecha de la AfD, que la diferencia incluso de los siempre tan perfectos países escandinavos, más proclives a su coqueteo con partidos similares; o de países más pequeños y muy próximos, como Holanda o Austria. Fuera de Portugal, todo es fraccionamiento del sistema de partidos, dificultad para instituir gobiernos, inestabilidad. Ni siquiera Francia es ya capaz de beneficiarse de su sistema electoral, antes tan funcional para embridar la contenciosidad de su vida política. Por eso, cuando observamos que puede comenzar a resquebrajarse el último mohicano del consenso de posguerra, hay buenas razones para hacer sonar las alarmas.
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