La señal de alarma y el ruido habitual
Deberíamos exigir que nos alarmen mejor, como a adultos capaces de entender que la normalidad lo es porque a veces se rompe
De entre las frases que no auguran nada bueno, “por no molestar” es de las peores. Hablo a veces de ella con una amiga. Por ejemplo, cuando su padre, ya mayor, decidió mantener en secreto que había sufrido una caída. El muy humano deseo de no importunar a médicos y familia acabó transformándose días después en una seria operación quirúrgica en plenas Navidades. A partir de cierta edad, y sobre todo si vives lejos de los tuyos, aprendes a tenerle pánico al “por no molestar”. Hemos averiguado que la frase es hereditaria: a ambas nos saca de quicio, y a la vez, la usamos más de lo debido. Cada vez que leo uno de esos hilos de X donde médicos de urgencias se ríen de ciudadanos que buscan ayuda por cuestiones que resultan ser banales, o cuando se hacen llamamientos generales a no sobrecargar la sanidad pública, pienso en lo dañinos que pueden ser estos mensajes, porque quienes los escuchan son justo las personas capaces de irse a la tumba con tal de no llamar a deshoras.
¿Cuál es tu reacción?