Los horrores de las cárceles comunistas de Rumania buscan abrirse un hueco en el patrimonio universal de la Unesco
El Gobierno rumano quiere aprovechar el interés de Naciones Unidas por reconocer lugares que reflejan el sufrimiento para reaprender la historia y frenar el auge de ideas dictatoriales
En la antigua cárcel comunista de Jilava, a unos diez kilómetros de Bucarest, Niculina Moica empuja el pesado portón oxidado de la entrada. Desolada por los recuerdos, pero también por la decrepitud del funesto lugar, donde estuvo detenida durante cuatro meses cuando tenía 16 años, la presidenta de honor de la Asociación de Presos Políticos de Rumania, ya octogenaria, avisa antes de acceder a la macabra prisión: “Sus muros encierran la infausta memoria de los miles detenidos políticos que padecimos la represión más rancia que la dictadura comunista inició a finales de los cuarenta mediante la imposición de un aterrador régimen estalinista”.
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