Madera de pino y 90.000 tejas para el primer tejado completo de la catedral de Málaga en cinco siglos
El templo está inmerso en una obra que cambiará su perfil y solucionará un problema heredado desde sus inicios: los estragos causados por el agua ante la ausencia de cubierta
Tras su paso por Italia, el burgalés Diego de Siloé (1495-1563) decidió aplicar los conocimientos adquiridos en Nápoles para dar un aire atractivo a su nuevo proyecto: la catedral de Málaga. Se convirtió en el primero de los muchos arquitectos que han intervenido en un templo que, con planta gótica, estilo renacentista y remates barrocos, nunca ha sido terminado. La primera fase de obras se desarrolló durante el siglo XVI y el tejado quedó sin construir, lo que facilitó la entrada de agua al interior. Es un problema grave que se arrastra desde entonces, porque su segunda etapa constructiva, a lo largo del siglo XVIII, tampoco finalizó el tejado completo. Al menos, la cubierta quedó entonces dibujada gracias al trabajo de Ventura Rodríguez. Ahora, tras más de 200 años en un cajón, esos planos han sido recuperados y reinterpretados por Juan Manuel Sánchez la Chica y Adolfo de la Torre, arquitectos del estudio Marina. Ambos dirigen, desde hace un año, unas obras que por fin protegerán el monumento de la lluvia. “Hoy esta casa se empieza por el tejado: hay que sacar el agua sí o sí”, sostienen los profesionales. De momento, son los últimos en trabajar en el edificio. A la tercera ha sido la vencida.
El debate de concluir las obras
La finalización de la cubierta significará un antes y un después para la catedral de Málaga. Lo será desde el punto de vista estético, porque desde lejos —como en los miradores de Gibralfaro— su perfil será diferente al de los últimos cinco siglos. Y también porque permitirá arrancar procesos, como los trabajos de restauración de los techos interiores, hasta ahora imposibles de mejorar por las humedades. Juan Manuel Sánchez la Chica cree, eso sí, que también sería beneficioso acabar las cuatro torres que franquean las puertas de crucero —originalmente se levantaban nueve metros más— para dar mayor presencia al templo desde el puerto. Y, mientras, la ciudad mantiene abierto el debate sobre si se debe construir la segunda torre, que quedó sin hacer y por el que el inmueble se ganó su sobrenombre de la manquita. Hay voces a favor y en contra. El tiempo resolverá las dudas.
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