Me amas y me dejas
Cuando la política parece ser una rama más de la industria del entretenimiento es lógico que los creadores de opinión acudan a las lecciones de los grandes cantantes de baladas
Fue a finales de los sesenta cuando un cantante argentino arrasó con unas baladas que eran como vendavales que destrozaban los corazones. Era un tipo muy bien parecido: unos ojos oscuros que miraban desde una profundidad que daba vértigo, patillas, una melena densa muy de la época, el mentón y las mandíbulas dibujados con regla para trazar líneas perfectamente rectas, cejas pobladas, labios carnosos, una nariz propia de un tipo duro. Se llamaba Sandro y daba la impresión de que durante sus interpretaciones en cualquier momento podía partirse y romper a llorar. Las pasiones de las que trataba eran desbordantes, excesivas, llenas de desgarros. Háganse cargo, en Penumbras llegó a proclamar que el “mar se sintió celoso y quiso en tus ojos estar él también”. No se andaba con chiquitas, el amor adquiría en su voz una fuerza de tal calibre que levantaba a las multitudes para proyectarlas al cielo o arrastrarlas al infierno.
¿Cuál es tu reacción?