Nazis
El nazismo fue un fenómeno tan excepcional en su perversidad que nombrarlo en vano debería ser pecado
El término lo habrán leído ya en demasiados lugares. No hay crítica ni alerta que no amague con recurrir a este diagnóstico exagerado: nazis. En todas partes. En Twitter, en el Parlamento Europeo, en los suburbios de Detroit y hasta en Dos Hermanas, si miramos bien. Cualquier rasgo iliberal, todas las pulsiones ultras o incluso ciertos ademanes vehementes tienen que ser inmediatamente anatemizados con un término desgastado por el uso y la inflación semántica. Decir “nazi” no es decir nada; es tirar de la última palabra del cajón, la más sonora, la más intimidante, a la que algunos recurren para dar una voz de alarma que cada vez resulta más imprecisa e inverosímil. Y esto, por cierto, también es desinformación.
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