O entusiasmados, o exhaustos: ¿por qué ya nadie tiene una relación normal con su trabajo?
Por un lado, los trabajadores que se sienten explotados y viven en la precariedad. Por otro, los que han buscado un camino alternativo creyendo que será diferente si explotan su talento por cuenta propia. Todos tienen algo en común: no dejan de hablar de ello
Hay una escena de Una historia del Bronx (1993) que cada pocos meses vuelve a ser viral. En ella Lorenzo, un humilde conductor de autobús interpretado por Robert De Niro, se enfrenta a Sonny, un jefe de la mafia. Sonny ha comenzado a usar a Calogero, el hijo de nueve años de Lorenzo, como chico de los recados, y el padre, indignado, exige al mafioso que deje al niño en paz. Después, explica a su hijo que lo valiente no es dejarse corromper por los lujos que rodean a los criminales, sino “madrugar cada día y vivir de un trabajo”. “El obrero es el auténtico tipo duro”, afirma el personaje de De Niro en lo que podría ser la formulación hollywoodiense de la expresión “pobre pero honrado”. La película se desarrolla en los sesenta y, precisamente con esa escena, ilustra un orgullo obrero muy propio de aquellos tiempos, durante los que el trabajo proporcionaba también una identidad y un sentido para la vida de los trabajadores.
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