Pero el fútbol debe continuar
La industria futbolística es un negocio boyante y frágil a partes iguales para el que cualquier imprevisto supone un derrumbe
En un camino arenoso e inestable, la máxima dice que para no caerse de la bici lo recomendable es mantenerse veloz. Cuanto más, mejor. Así, digamos, se abren los surcos al paso y uno avanza con más seguridad, aunque parezca que baila sobre el alambre. Bajar el ritmo es una caída casi segura. En la sede de La Liga, entre el martes 29 de octubre y el jueves 31, debió de producirse alguna reunión entre las cabezas pensantes de este organismo para plantearse un debate parecido. Cuando varias comunidades autónomas del país habían quedado embarradas y enfangadas en un pozo de pérdidas materiales y humanas, en esa supuesta reunión de urgencia puede que algunos fueran partidarios de tomarse un respiro en el calendario futbolístico, mirar hacia la dana y continuar cuando las cosas hubieran mejorado. Es seguro, por otro lado, que hubo quien opinaría lo contrario: el fútbol no debía detenerse. Seguramente utilizaran el conocido argumento de que para volver a la normalidad lo mejor era empezar desde ya. Y para ello, nada mejor que darle a la gente lo más normal del mundo: otro domingo de fútbol.
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