Rubens y la inteligencia artificial
El genio del pintor, que este otoño protagoniza una monográfica en el Prado, refleja lo que es de imposible alcance para la máquina igual que para el mono: la consciencia de su arte
En una de sus Semanas del jardín decía Rafael Sánchez Ferlosio que, tanto como se puede hablar de una pintura efectista (esa en la que el pintor se ha situado premeditadamente en el lugar del espectador para dirigir hacia él todas sus artimañas persuasivas), se debería poder hacer de una pintura “causatista” para denominar a la que surge de la actitud inversa. Sea como sea, el arte moderno y contemporáneo ha deplorado la deliberada producción de efectos, un poco como el niño decepcionado al descubrir el ilusionismo de un truco de magia, o el engaño, en el cine, de que son capaces los así llamados efectos especiales. Todo eso iría en contra de la verdad del arte y del artista, la autenticidad, la integridad de la intención, etcétera.
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