Sólo romances en el edificio
En la temporada más irregular de ‘Solo asesinatos en el edificio’, intentar descubrir en qué momento Meryl miró a Martin y pensó eso de “soy tu amiga y quiero ser algo más que eso” es el lugar en el que quiero refugiarme en estos tiempos inciertos
Cada vez que una pareja cercana, escudándose en eso de “el amor no necesita papeles”, es reacia a certificar su relación con algún documento, le cuento la primera historia de amor de Meryl Streep. Mientras ella lidiaba con el reciente fallecimiento de su pareja, John Cazale, el prodigioso intérprete de El Padrino, Tarde de perros y El cazador, una exnovia del actor de la que ni recordaba haber oído hablar se presentó en su casa con un documento que la acreditaba como legítima propietaria de aquel apartamento y la conminó a abandonarlo lo antes posible. Daba igual que llevase años conviviendo allí con Cazale y lo hubiese cuidado abnegadamente mientras el cáncer de pulmón lo consumía, no importaba que tuviese el corazón roto y ningún lugar donde vivir. Llamó a su hermano para que la ayudase con la mudanza y lo que sucedió a continuación emocionará a cualquier fan de esas comedias románticas de Netflix en las que acaba malgastando su talento Lindsay Lohan: él se presentó en el apartamento acompañado de un tipo guapo y callado que casualmente tenía una habitación disponible, un escultor llamado Don Gummer del que Meryl se enamoró y con el que durante 40 años formó un matrimonio tan discreto que sólo supimos que se había terminado cuando llevaban seis años separados.
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