Vivir hasta morir
Leyendo lo que narra Maruja Torres desde esa edad que todavía no tiene nombre, parece que el antídoto a la deshumanización progresiva es la amistad
El último libro de Maruja Torres, Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo, me ha durado dos tardes exactas. Aunque fueron dos tardes largas hasta la noche en las que no hice nada más. Espléndido tiempo en que la prosa sintética y vibrante de la autora me permite viajar a la trepidante aventura de su día a día. Maruja no se nos ha ido a su querido Beirut (donde justo ahora vuelven a caer las bombas) ni a ningún país en guerra, pero nos regala una crónica de un tiempo de vida que a menudo se descarta por no ser productivo. Como se descartan los mayores despersonalizados, convertidos en masas amorfas: los viejos. Cuando pienso en el futuro no sé qué me da más miedo: si el dolor físico o el dolor que supone esa despersonalización en las últimas décadas de tu existencia, que los demás no vean en ti más que los achaques y las limitaciones que trae un cuerpo gastado. Para el dolor de los huesos y las articulaciones hay pastillas y otros remedios, pero para el dolor social de ser convertidos en muebles ¿qué hay?
¿Cuál es tu reacción?