Y ahora el fiscal general del Estado
Aunque el auto sobre Álvaro García Ortiz parece en algún pasaje innecesariamente contundente sobre la existencia de los indicios de delito, estos son extraordinariamente débiles
Hace ya un tiempo que les dije en estas mismas páginas que la batalla política, tribunales mediante, estaba alcanzando tal punto de crispación que nos íbamos a acabar haciendo daño. Pensaba entonces en algunos casos sucedidos en América Latina donde han acabado imputados magistrados de los tribunales supremos, jefes de Estado, etcétera. Pues bien, ya ha ocurrido. Ahora la batalla ha salpicado nada menos que al fiscal general del Estado. Un hito en nuestra democracia, por decirlo así, aunque suene triste.
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