Células madre y alta tecnología: dos laboratorios españoles frente al reto de crear sangre artificial
El Instituto de Ciencias de Materiales de Barcelona y el Banc de Sang i Teixits producen glóbulos rojos en el laboratorio, pero el proceso es lento y replicar la eficiencia natural sigue siendo un desafío
El ser humano no descubrió la existencia de los cuatro grandes grupos sanguíneos hasta 1901, cuando un médico y biólogo vienés llamado Karl Landsteiner se decidió a realizar un experimento en su laboratorio de la Universidad de Viena. Hasta entonces, a los pacientes que lo necesitaban se les inoculaba cualquier tipo de sangre. En la mayoría de casos, esa transfusión era incompatible y provocaba la reacción del sistema inmunitario del receptor, que podía llegar a morir. Landsteiner analizó la sangre de 22 personas —incluida la suya y la de cinco de sus colaboradores— y determinó la existencia de tres tipos sanguíneos: A, B y 0. Descubrimiento por el que ganó el premio Nobel de medicina en 1930. Dos años más tarde, sus discípulos hicieron un estudio más amplio y encontraron el cuarto, bautizado como AB.
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