González y Guerra, el tándem de los gruñones
Felipe González y Alfonso Guerra, esa doble G mucho más importante que el logo de Gucci, van bien pagados de sí mismos. Tienen muchas cosas que decir
Mi padre combatía su particular soledad no deseada —las ganas de que fueran escuchadas sus batallas una y otra vez— yendo al bar. Cada mañana se juntaba con otros jubilados y resolvían el mundo, haciendo fácil lo difícil. Siempre sabiendo qué hacer, conscientes de que no tenían poder ni posibilidad de meterle mano salvo al café y los churros. La tertulia, lo llamaba él, dándole el aire intelectual y literario que aquellos encuentros no tenían.
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