La España que lo sabe todo

Lo sabe toda España se ha convertido en una muletilla sobreactuada que justifica la inacción o la cobardía de los que sabiéndolo no consideraron que tuviesen que compartir su conocimiento con los demás, aunque en eso consista su trabajo

Nov 1, 2024 - 06:00
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La España que lo sabe todo

Una vecina del pueblo se fue a vivir a Madrid en los ochenta y en el primer viaje de vuelta nos contó que a su bloque de una céntrica calle de la capital iba el rey habitualmente a ver a una señora. No dimos crédito, supusimos que sólo pretendía darse importancia, parecer sofisticada; se hacía la enterada de la misma manera que ahora bebía Peppermint en lugar del Sansón que mi abuela guardaba en el mueble bar. Del rey sabíamos lo que se contaba en el papel couché: que era desenfadado, moderno; quién no lo intentaba en aquella España que renacía. Ignoramos las maledicencias de aquella parvenú, éramos de pueblo, pero estábamos informados: escuchábamos Radio Nacional, veíamos los dos partes y en nuestra casa no faltaban la Pronto y el Interviú que nos acercaba la pescadera en su furgoneta de reparto, junto con el pan y una pescadilla, ríanse ustedes de Amazon. Si en España hubiera un escándalo de altos vuelos, aquellas revistas sin pelos en la lengua se harían eco. ¿A quién íbamos a creer? ¿A dos publicaciones con solera o a una española ingrata? Cuando finalmente se abrió la espita informativa sobre la cosa monárquica, aquellas correrías reales de las que pocos osaron hacer algo más que insinuaciones, fueron definidas por los cronistas que se las callaron como “un secreto a voces”, algo que “sabía toda España”. ¿Qué España? Me preguntaba yo; en mi España, al menos, nadie tenía ni la más mínima idea. Nadie excepto aquella vecina que se fue a la tumba sin ver certificado su chisme.

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