La subjetividad tóxica, el patriarcado, esas cositas
Ese ancestral apóstol del feminismo y de la justicia social llamado Íñigo Errejón congrega a Aristóteles, a la escuela de Fráncfort, a Freud, a Lacan, para que le entendamos cristalinamente
Podría inspirarme piedad ese ancestral apóstol del feminismo y de la justicia social, mono él, con cierto estilo, llamado Íñigo Errejón, si ante el marrón que le ha caído encima, hubiera respondido con gesto y vocabulario macarra: “¿Qué me ha pasao? Pues que me han pillao con el carrito del helao”. Pero no, el pavo congrega a Aristóteles, a la escuela de Fráncfort, a Freud, a Lacan, para que le entendamos cristalinamente. Dice: “Los ritmos y las exigencias de la política generan una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica”. Vale, te comprendemos todos, incluida la gente vulnerable y no excesivamente alfabetizada a la que él ha dedicado su existencia. Y tiene a antiguos y múltiples compañeros del alma y del partido dispuestos a navajear al cadáver. Y a damas ardorosas y justicieras que militan en su fervorosa ideología declarando cosas tan originales como: “El que la hace, la paga”, “Tolerancia cero” y el más íntimo “Estoy en shock”. Existe un drama, pero también un esperpento.
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