Las navieras, entre los misiles del Mar Rojo, la guerra comercial y la sobrecapacidad
Las dueñas de los grandes buques portacontenedores se benefician de mayores fletes, pero afrontan problemas como el exceso de oferta o la transición a las energías limpias
Las crisis han sido en los últimos tiempos un inesperado golpe de suerte para las compañías navieras. La salida de la pandemia dejó cuellos de botella en el comercio internacional por el aluvión de demanda que siguió a los confinamientos. Y propulsó los beneficios de las dueñas de los buques contenedores hasta niveles nunca antes vistos. Probablemente irrepetibles. Por eso, cuando los hutíes, una milicia islamista yemení aliada de Hamás e Irán y enemiga de Israel, empezó a atacar hace casi un año a los barcos que cruzaban el Mar Rojo, dificultando su paso por el Canal de Suez en la transitada ruta entre Europa y Asia, muchos vieron en el conflicto y sus disrupciones una nueva y lucrativa oportunidad para los propietarios de esos lentos y pesados rascacielos horizontales que mueven casi el 90% de las mercancías de todo el planeta.
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