Lauren Bacall: siempre recuerdo a esa diosa en blanco y negro
Esta actriz, de la que se acaba de celebrar el centenario, estaba dotada de la magia de las estrellas de cine. Interpretó muchos géneros, pero brilló sobre todo en el género negro, al lado de Humphrey Bogart
El lunes pasado fue el centenario de una de las mujeres que no necesitaría explicarse para que cualquier espectador diera fe de que algunas presencias en las pantallas se transforman a perpetuidad en estrellas del cine, dimensión en la que no basta con el don de saber actuar, sino que exige algo especial y mágico. Esa señora, bautizada como Betty Perske Weinstein (apellidos inequívocamente judíos), a la que Hollywood decidió cambiarle el nombre por el muy americano Lauren Bacall, consiguió con su primera interpretación, en la extraordinaria Tener y no tener, que las mujeres admiraran su personalidad y que todos los varones con buen gusto se quedaran colgados con ella. Al admirable Humphrey Bogart, el más chulo (justificadamente) del barrio, le asaltó idéntico deseo hacia ella que el que debieron de sentir tantos mirones. Le ocurrió a su personaje en la película y a él en la vida real. Resultado: cortó la larga y tormentosa relación que mantenía con otra mujer y se casó con la veinteañera Bacall. El argumento de la película hablaba del permanente juego de seducción entre ambos, pero eso también estaba ocurriendo en sus propias vidas, no necesitaban interpretar. Y los espectadores percibíamos que además de interpretar modélicamente a dos personajes muy atractivos, de sus memorables diálogos, de sus fascinante personalidad, estaban ocurriendo más cosas. “Si me necesitas, silba”, le decía con mirada y sonrisa hipnóticas Bacall a Bogart. Y esa felicidad la compartía el público.
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