Los cabos sueltos del asesinato del alcalde de Chilpancingo
Capaz de derrotar a Morena en la capital de Guerrero, Alejandro Arcos trataba de hacer malabares ante las presiones del crimen, que buscaba espacios clave en seguridad y obras públicas
Poco se sabe de cuándo iniciaron las presiones sobre Alejandro Arcos. Ni siquiera si empezaron así, en forma de presiones, y no disfrazadas de apoyo desinteresado a su campaña electoral. El alcalde de Chilpancingo, que murió asesinado el fin de semana pasado, decapitado, la cabeza abandonada en el techo de su camioneta, tenía ante sí un reto mayúsculo, detener la inercia política del momento, la aplanadora de Morena, que gobernaba su ciudad y el Estado de Guerrero. Lo consiguió, ganó la elección a la alcaldía por algo más de 1.000 votos. Pero todo se complicó en los meses siguientes.
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