Plena confianza en el uso de la fuerza
Netanyahu reserva la suavidad para los aliados, aunque se olvidó de ella en cuanto se dirigió a la Asamblea General de la ONU, poco antes de ordenar la liquidación de Hasan Nasralá
No hay lugar para la diplomacia. Más bien desprecio y sospecha. La clásica fórmula del bastón y la zanahoria ha quedado reducida a un enorme y solitario garrote, ansioso por golpear sin importar la distancia. Theodore Roosevelt, apasionado partidario de exhibirlo, aconsejaba acompañarlo de palabras suaves. Benjamín Netanyahu prefiere la fuerza en todo, en la coerción y en los arrogantes discursos que la acompañan. Reserva la suavidad para los aliados, para Joe Biden especialmente, a quien expresó su adhesión a la tregua de 21 días entre Hezbolá e Israel, aunque se olvidó de ella en cuanto se dirigió a la Asamblea General de Naciones Unidas, poco antes de ordenar la liquidación de Hasan Nasralá. Idéntico procedimiento ha utilizado para sucesivas versiones de la tregua en Gaza presentada por Washington: primero, una cierta aquiescencia, y luego, tras consulta con sus ministros de extrema derecha, la negativa rotunda.
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