Tomar una copa con Maquiavelo
A veces durante los insomnios paso lista de los autores que me hubiera gustado conocer en persona
Para mi gusto los escritores se dividen en dos: aquellos que me agrada cómo escriben y después de leerlos me gustaría tomarme una copa con ellos y aquellos que, pese a que escriben muy bien, no movería un dedo por conocerlos en persona. Me refiero también a artistas y otra gente famosa que, por sus hechos, sean hazañas o crímenes, han llenado las páginas de la historia. Los hay que resulta fatigoso leerlos y, en cambio, siempre son bien recibidos en las sobremesas porque su ingenio los convierte en una fuente inagotable de chismes y anécdotas, que ayudan a hacer una buena digestión. Para mí un gran artista es aquel a quien mi admiración llega hasta el punto de saber incluso si tenía sabañones en su infancia. Admirado su arte, leídos sus libros o enterado de su última hazaña, uno trata de agotar el caudal de su vida privada como una experiencia de sabiduría. En este caso se producen muchas sorpresas. Tal vez conocido de cerca y compartiendo con él un par de cervezas, descubrirías que Jack el Destripador tenía un trozo de alma muy sensible que le impulsaba a ayudar a un ciego a cruzar un paso de cebra. O tal vez Francisco de Asís, pese a su humildad reconocida y premiada con el Nobel de la santidad, tenía un carácter muy atravesado, salvo cuando se encontraba con el hermano lobo.
¿Cuál es tu reacción?