Viaje al auténtico origen de Halloween, en Irlanda
Una escapada al ancestral este de la isla esmeralda para ahondar en su pasado celta y descubrir las raíces genuinas de una fiesta que las películas se empeñan en mostrar con sabor estadounidense
Fueron los celtas, con su inclinación al rito, quienes comenzaron a festejar aquella fecha en la que pasaban tantas cosas. Una fecha de transición en la que la luz, antes de adormecerse, desataba lo tenebroso y aterrador, lo misterioso y espeluznante. En la noche del 31 de octubre llegaba la oscuridad y, con ella, miles de leyendas. Ese momento, justo entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, no solo anunciaba un decisivo cambio de la naturaleza (los días se acortan, los cielos se cubren, los árboles se deshojan), sino que también marcaba en el calendario el final de un año y el comienzo de otro nuevo. Por eso los druidas (sacerdotes depositarios del saber sagrado y profano) hacían ofrendas a sus dioses para pedirles una buena cosecha. Además de encender fuegos en todos los hogares, prendían hogueras comunales que representaban el sol y que se situaban en lo alto de las colinas, a las que ascendían enfundados en vestimentas que recreaban personajes del bosque.
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