Andrés Iniesta, el niño abusón
El adiós del centrocampista deja huérfana a toda una generación que entendíamos el fútbol como una competición sin porterías
Hace mucho que no veo a un niño peinado como se peinaba el niño Andrés Iniesta. O quizá deberíamos decir como lo peinaba su madre, pues no está del todo claro a partir de qué edad comenzamos los hijos a sentirnos remotamente adultos y tomar decisiones de verdadero calado como el calzado a utilizar, el largo de los pantalones o el afeitado de ciertas sombras. Las modas juveniles parecen ir por otros derroteros en la actualidad. Y aunque siguen surgiendo talentos inmensos bajo las piedras, ya nada parece tan casual e inocente como cuando los niños que querían ser futbolistas se hacían la raya al medio —o se la dejaban hacer— y saltaban al campo temerosos del cielo, es decir: persignándose.
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