El fin de Zaplana, el Papá Noel valenciano
La nuestra era una tierra donde los bebés nacíamos con la estampa de Zaplana inaugurando cosas a lo loco, con una oposición en ruinas, demasiadas personas mirando hacia otro lado y fajos de billetes por doquier, nos criamos en una sociedad pospolítica
Nací un día del verano de 1998 en el hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva. Por aquel entonces, Eduardo Zaplana llevaba apenas tres años como president de la Generalitat Valenciana, tras imponerse a un PSPV-PSOE destruido e incapaz de alzarse sobre sus propias ruinas. Mis primeros años de vida fueron apacibles, en una sociedad despolitizada y feliz donde el ladrillo y el turismo repartían (aunque de manera muy desigual) riqueza, apartamentos en la playa y Audis A3, símbolo palmario de estatus y de prosperidad económica del momento.
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