El poder de una pelota sin dueño
Mientras se hacía viral el vídeo de unos niños jugando sobre el barro, algunos ‘directivos’ intentaban boicotear una victoria española en la Eurocopa
Teníamos tantas ganas de ver algo bonito que el vídeo se hizo rápidamente viral: un grupo de niños con manchas de barro hasta la cintura juega al fútbol sobre el fango en Aldaia (Valencia), una de las localidades más afectadas por la dana. Rodeados de lo que parecía una lavadora, lo que había sido un sofá, lo que algún día había servido de colchón y delante de un vecino que limpia su garaje arrasado, ellos disfrutan de una pachanga improvisada. La grabación dura apenas unos segundos, pero da tiempo a ver hasta el lamento por una ocasión de gol, un sentido uyyy. Están entregados. La pelota, es decir, la oportunidad —de olvidarse un rato de todo lo que habían visto, de distraerse y distraernos— la encontraron en la calle. Nadie tiene, en realidad, un balón, igual que nadie posee, durante mucho tiempo, un paraguas. Tampoco se pierden, simplemente, cambian de manos. Están ahí, esperando a que alguien los necesite y los recoja: del lodo, de un paragüero, olvidado en un bar. Pueden parecer poca cosa, objetos insignificantes, pero ambos son escudos temporales y, en su versión optimizada, sirven para más de uno.
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