En la mente del jugador de ajedrez
Extirpar un trozo de cerebro humano requiere una enorme precisión y un profundo conocimiento. Corta aquí y adiós lenguaje, un poco más allá y se acabó el caminar
Los neurocirujanos se enfrentan a decisiones muy difíciles cuando tienen que tratar una epilepsia grave, reparar un aneurisma o eliminar un tumor cerebral. Por lo general tienen claro cuál es la parte del córtex (corteza cerebral) que está causando el problema y poniendo en riesgo la vida del paciente, pero el córtex es la sede de la mente, y está hecho de módulos distribuidos en una geografía compleja y confederal. Mientras que cortar por lo sano puede ser una opción sensata en el resto del cuerpo, extirpar un trozo de mente humana requiere una enorme precisión y un profundo conocimiento para no causar un daño aún peor del que pretendes evitar. Corta aquí y adiós lenguaje, un poco más allá y se acabó el caminar, mueve el bisturí un milímetro más allá del tumor y la persona que duerme anestesiada en tu quirófano se despertará con una vida que ni merece la pena vivirse. Como amante del jazz recuerdo muy bien el caso de Pat Martino, mi guitarrista favorito. Era un prodigio del instrumento desde muy joven, pero sufrió un aneurisma cerebral a los 36 años, los cirujanos le operaron y, cuando despertó, su arte ya no estaba allí. Le llevó 14 años recuperarlo a base de escuchar sus propios discos y reaprender todo lo que había aprendido de chaval. Murió hace tres años como uno de los grandes guitarristas de la historia del jazz. O quizá habría que decir como dos grandes guitarristas, uno antes y otro después de pasar por el quirófano.
¿Cuál es tu reacción?