España no invita a la lógica
Al observar la política, nos fijamos en el doble rasero, la hipocresía o el cinismo, pero quizá debamos asumir que somos surrealistas sin saberlo
Esta semana se han cumplido 100 años de la publicación del primer Manifiesto del Surrealismo. Presentaba un nuevo método de expresión, “un automatismo psíquico que intenta expresar el funcionamiento real del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Al observar la política, nos fijamos en el doble rasero, la hipocresía o el cinismo, pero quizá debamos asumir que hemos interiorizado ese principio vanguardista y somos surrealistas sin saberlo. El encuentro de la vicepresidenta de Venezuela y José Luis Ábalos en Barajas y toda esa trama a medio camino entre James Ellroy y Mariano Ozores se entiende mejor como la narración de un sueño: el Gobierno ha dado tantas versiones distintas porque lo onírico es confuso. “El que me la hace me la paga”, decía El Jaibo en Los olvidados, y lo repitió casi textualmente el presidente del Gobierno, en claro homenaje a Buñuel.
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