Canción de cuna
En un mundo de aislamiento, desarraigo e indiferencia, lo mejor que puede brindarnos una tradición es afecto y compañía
No hay expresión cultural más sincera ni más delicada que la que acontece en una canción de cuna. Es posible que, por eso, Federico García Lorca fuera capaz de convertirla en el objeto de una obsesión monográfica. Las canciones de cuna son siempre la herencia leal de otra generación, el fruto de una memoria colectiva y de proximidad en la que aprendemos una forma musical con la que se inauguran los sentidos. No hay dos madres que canten una nana de la misma manera y esos tonos jamás podrán ser grabados o reproducidos con justicia. Cada vez que suenan lo hacen de manera distinta, personal e irrepetible. Encarnan, por fortuna, todo lo contrario a la tecnología.
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