Black Friday: que Marx me perdone
La educación anticonsumista que recibí me forjó, como es lógico, un carácter manirroto. No me gusta que se burlen de las masas que compran en exceso
Como a muchos otros españoles de mi generación y de las anteriores, me educaron en los valores anticonsumistas, en la economía circular y en el consumo responsable y sostenible. Fui uno de esos niños a los que mandaban a devolver los cascos de las gaseosas, aprovechaba la ropa de los primos mayores (yo soy primogénito, no tenía hermanos de los que heredar) y tiraba de la biblioteca pública. Salíamos a cenar en familia muy raramente, casi siempre a una pizzería, y los pícnics eran escrupulosamente sostenibles, con su vajilla reutilizable y todo. El tubo de pasta de dientes siempre se podía estrujar un poco más y cualquier sugerencia de gasto innecesario era apostillada con la pregunta retórica: “¿Os creéis que somos el Banco de España?”.
¿Cuál es tu reacción?