Las amenazas de Trump apagan la esperanza de revitalizar el libre comercio
La imposición de un arancel universal convertiría a la primera potencia mundial en un gran laboratorio de políticas económicas: nunca nadie lo ha hecho antes
A Donald Trump se le pueden reprochar muchas cosas, pero no falta de claridad. “Arancel es la palabra más bonita del diccionario. Más hermosa que el amor, más hermosa que el respeto”, soltaba en campaña, fiel a su habitual grandilocuencia. Para proponer, a renglón seguido, un gravamen de entre el 10% y el 20% con carácter universal: a todos los productos que llegan al país norteamericano desde cualquier rincón del mundo. Sin distinciones. Esa es solo la base de la propuesta proteccionista del ya presidente electo de Estados Unidos: sobre ella quiere sumar gravámenes adicionales ad hoc por productos o países de origen, con China en el centro de la diana, pero también con la UE, Canadá y México en el punto de mira ―este lunes anunció que gravará con un 25% a sus socios norteamericanos y con un 10% adicional al gigante asiático―. Unos planes que, de acabar convirtiéndose en realidad —algo que aún está por ver—, situarían los aranceles en niveles no vistos desde la década de los treinta del siglo pasado, los años de la Gran Depresión. Se apagarían, así, los últimos rescoldos del libre comercio.
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